sábado, 31 de mayo de 2008

Las ricas decoraciones murales que ornamentaban las viviendas romanas siempre se acompañaban de techos y pavimentos igualmente decorados. El hallazgo de pavimentos y paramentos decorados es frecuente en todos los complejos arqueológicos -especialmente desde que se realizan excavaciones sistemáticas y cuidadas-, aunque más raro es descubrir huellas de los techos que cubrían las estancias.
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Por regla general, las estancias se cubrían con artesonados de madera, vigas vistas con el entrevigado decorado, bóvedas pintadas o estucadas, o techos planos pintados y estucados, dependiendo del momento histórico al que nos refiramos. De todas las tipologías hay importantes restos, especialmente en el área vesubiana, donde se han localizado viviendas con los techos más o menos intactos, como es el caso de las fauces de la Casa de los Ceii en Pompeya o las fauces de la Casa Samnita de Herculano.
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Las decoraciones conservadas siempre son frescos o estucos y, excepcionalmente, mármol. Sin embargo, las referencias bibliográficas hablan de la suntuosidad de los artesonados de madera, policromados y dorados, y de sus artificios, como los famosos artesonados móviles de la Domus Áurea de Nerón. Pero de ellos no tenemos nada más que vagos recuerdos ya que, desgraciadamente, se han perdido para siempre, a no ser que futuras excavaciones arqueológicas saquen a la luz algún ejemplar.
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A pesar de ello, no todo está perdido. En Herculano se han conservado algunos fragmentos, como el arriba expuesto, y en Egipto, aunque de períodos posteriores, especialmente del copto, se conservan varios ejemplares que, al menos, permiten conocer sus sistemas constructivos. No son piezas excepcionales, pero permiten imaginar cómo serían los conjuntos completos, aunque una mejor aproximación aportan los techos de mármol, realizados a imitación de los artesonados de madera labrada, que decoraban algunos de los más importantes templos de la ciudad de Roma, y las decoraciones murales del II estilo pompeyano, que reproducen en fresco o estuco estos mismos techos, como ocurre en la Casa de Augusto en el Palatino.
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Aunque el ejemplo expuesto es muy sobrio y sin decoración, no hay que olvidar que, en origen, debía estar completamente policromado y/o dorado, siguiendo el estilo de las decoraciones murales circundantes, creando un efecto de gran riqueza.

viernes, 30 de mayo de 2008

Aquí va el inicio de la película "Les triplettes de Belleville" de Sylvain Chomet. Aunque no a todo el mundo le gusta las películas de animación hay que reconocer que ésta es magnífica, sus continuos giños a los felices 20 parisinos y la música de Benôit Charet y Mathieu Chédid hacen de ella una pequeña joya.
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miércoles, 28 de mayo de 2008

Un elemento muy característico del arte y la cultura romana es el retrato. Ya fuesen retratos de antepasados, retratos de personas vivas en el momento de su encargo o retratos de las distintas familias imperiales (Claudios, Flavios, Antoninos...) en los museos arqueológicos existen inmensas galerías que los albergan. Éstos pueden ser de mármol, bronce, plata e, incluso, vidrio, marfil y oro; sin embargo un tipo muy común, aunque actualmente raro, eran los retratos pintados.
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Egipto, como siempre en estos casos, es la principal fuente de conocimiento sobre los retratos pintados. Los famosísimos retratos de El Fayum constituyen una galería fundamental para conocer las tipologías de pintura de caballete del mundo romano. Tras los estudios realizados en los últimos años conocemos los tipos de madera utilizados en la pintura sobre tabla; los tipos de fibras y tejidos utilizados en la pintura sobre lienzo; los pigmentos utilizados y sus medios (en general encáustica y temple), etc. Además se han podido datar entre los siglos I y IV d. de C., atendiendo a razones estilíticas, a la tan manida costumbre de fechar atendiendo a los peinados femeninos y al contexto arqueológico de su hallazgo.
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Como es de esperar, este tipo de retratos ha desaparecido en el resto del Imperio Romano ya que las condiciones medioambientales así lo han querido. Sin embargo, también se utilizaron otros tipos de soportes no perecederos que, en ocasiones, han perdurado; así, se conoce la presencia de retratos y otras pinturas sobre vidrio, marfil y mármol, aunque su perdurabilidad es complicada por lo que existen muy pocos ejemplares.
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La pintura sobre vidrio era común, atendiendo a los restos conservados, aunque más para decorar vasos que para realizar retratos. A pesar ello, desde finales del siglo II hasta el siglo IV d. de C. se puso de moda el uso de medallones de vidrio pintados con los retratos de los comitentes. Se caracterizan por pintarse sobre una plaquita de vidrio y cubrirse con otra, exactamente igual, para evitar que se desprendiese la pintura ante cualquier roce. En el caso de que estos medallones se pintasen con oro, lo normal es que se procediese a fundir ambas capas de vidrio, haciendo dicha decoración mucho más resistente. Ésto mismo es lo que ha provocado que se hayan conservado numerosos ejemplares (ya sean retratos o más comúnmente escenas bíblicas) en los loculi de las catacumbas romanas.
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De más difícil conservación eran los ejemplares no protegidos por una placa de vidrio sobre ellos, por lo que los ejemplares conservados hoy son excepcionales. Un ejemplo de ello es el retrato arriba expuesto; es un minúsculo medallón de vidrio, de 2 centímetros de diámetro, descubierto en Pompeya. Aunque con numerosas pérdidas de policromía se puede apreciar su alta calidad técnica, que recuerda a las miniaturas europeas y americanas de los siglos XVIII y XIX. Descubierto junto a otra pieza muy deteriorada, un retrato femenino, puede que decorase un medallón o más fácilmente sería un aplique de una pequeña caja o estuche de tocador. Por su calidad los estudiosos en la materia, como Faedo o De Caro, lo atribuyen a la escuela alejandrina, aunque el verismo del retrato haga pensar, más bien, en un artista alejandrino o griego asentado en el área vesubiana. Fuese como fuese se trata de una pieza exquisita además de totalmente excepcional.

lunes, 26 de mayo de 2008

"Definía las ideas como el paso de las nubes por el cerebro, decía que la contemplación del relámpago era lo que había enseñado a caminar al hombre. Una de las últimas cosas que le oí fue que el día que se extinguiese el sol o dejase de alumbrar, el hombre sería ciego durante el día y estaría toda la noche soñando, es decir, viendo".
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Oppiano Licario, José Lezama Lima

miércoles, 21 de mayo de 2008

Una variante dentro de las arcas y arcones son las cajas fuertes. Aunque en su forma no difieren en nada de los ejemplares usados para almacenar ropa u objetos, sí poseen una serie de características que hacen que sean diferentes. Así, por su condición de caja fuerte y albergar en su interior objetos de especial valor solían fabricarse en madera maciza recubierta por planchas de bronce o hierro y numerosos tachones de hierro que hacen que sean piezas de gran peso. A esto hay que unir el hecho de que poseen complejos sistemas de cierre y el que en numerosas ocasiones se encontraban fijadas al suelo, para impedir su movilidad.
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Dichas piezas son muebles de aparato y sólo se encuentran en viviendas ricas, con especiales intereses económicos o políticos. Por regla general se localizan en el atrio de la casa, aunque excepcionalmente pueden aparecer en los corredores del peristilo, como ocurre en la Villa de L. Crassius Tertius en Oplontis. Por su condición de mueble de aparato se caracterizan por presentar una rica decoración, similar a la utilizada en los arcones expuestos en las estancias mas ricas de la vivienda.
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En general, presentan una base de hierro recubierta por numerosos tachones de hierro, como en el ejemplar arriba expuesto, y sobre ella apliques de bronce, normalmente medallones con bustos de divinidades, molosos recostados sobre la cubierta, placas de bronce repujado, etc. Aunque esto es así en el área vesubiana es difícil de saber cómo se fabricarían en el resto del Imperio puesto que hay muy escasos restos conservados; sin embargo, el reciente descubrimiento en el santuario de Turiaso (Zaragoza) de un ejemplar completo, similar en todo a los ejemplares pompeyanos, hace pensar que su forma sería similar en todas las regiones del Imperio al menos durante los siglos I a. de C. y I d. de C.
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Estas cajas fuertes se utilizaban para albergar objetos de valor, en general los archivos familiares y los documentos relativos a transacciones económicas. Más raramente se ha descubierto en su interior fuertes sumas de dinero u objetos de bronce o plata de especial valor. En cualquier caso los materiales perecederos han desaparecido, salvo contadas excepciones, por lo que reconstruir los archivos de las ricas familias pompeyanas es imposible, salvo que futuras excavaciones arqueológicas produzcan un hallazgo de esta singularidad.
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El ejemplar arriba expuesto procede de Pompeya y fue fabricado en el período tiberiano, y lo he utilizado como parte del mobiliario del atrio de la casa de Vibia Sabina.

lunes, 19 de mayo de 2008

El mobiliario romano era muy distinto al actual. Poseían muebles semejantes como mesas, taburetes, sillones, divanes... pero su función no siempre corresponde con los mismos usos actuales. Sin embargo sí presentan muchas analogías con los muebles renacentistas y barrocos europeos, quizá porque éstos sean herencia directa de los desaparecidos muebles romanos.
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Los muebles de asiento quizá sean los más populares por haberse fabricado reproducciones más o menos fidedignas durante los siglos XVIII y XIX, momento de explosión del estilo "pompeienne", y por su muy mal interpretada versión del cine "peplum" y de otras películas más actuales. Sin embargo son otras piezas las que mayor importancia poseían en una vivienda romana y que actualmente son muy desconocidas. Un claro ejemplo de ello es el uso de arcas y arcones de todos los tamaños que poblaban las casas romanas y que tenían muy distintos usos.
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Aunque el uso de armarios era perfectamente conocido y hay numerosísimos ejemplos en las viviendas de Pompeya y Herculano, su uso era minoritario frente al de arcas y arcones. Tradicionalmente era el sistema empleado para almacenar cosas y así queda atestiguado en numerosas referencias literarias contemporáneas griegas y romanas, especialmente en las obras teatrales griegas. Sus tipologías hoy por hoy son desconocidas porque existen escasos ejemplares conservados, sin embargo, podemos hacernos una idea de su imágen viendo las piezas conservadas en Herculano y los arcones reutilizados como sarcófagos descubiertos en Kertch (Crimea, Ucrania).
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Estructuralmente no difieren en nada de los baules y arcones tradicionales, sin embargo poseían una mayor cantidad de adornos y apliques dependiendo de las estancias donde se ubicasen. Así, cuando estas piezas se convertían en muebles de aparato presentes en las estancias más nobles de la casa se adornaban con decoraciones de taracea, apliques de bronce dorado, tiradores muy elaborados, etc., sin embargo lo más común serían piezas sin adornos, lo más un tirador algo elaborado, en general una simple anilla de bronce, como ocurre en el ejemplar arriba expuesto y procedente de Herculano.
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Ejemplares muy elaborados no se han conservado en el área vesubiana aunque sí gran parte de sus adornos, especialmente apliques de bronce en forma de bustos de divinidades o medallones con figuras del cortejo dionisíaco. Sin embargo, podemos hacernos una idea de su imagen viendo los "cassoni" renacentistas italianos, de los que en España podemos ver algunos ejemplares de altísima calidad técnica, o los tradicionales arcones de novia levantinos, adornados con pinturas al temple.
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A pesar de las escasas piezas conservadas quizá sea el mueble que más facilmente podemos recrear viendo los baules de nuestras abuelas o bisabuelas, aunque actualmente tengán una función más decorativa que contenedora de los enseres domésticos.

sábado, 17 de mayo de 2008

Como ya apunté en mi post anterior las muñecas utilizadas por las niñas romanas diferían mucho unas de otras dependiendo del estamento social al que perteneciese su propietaria. Los ejemplos arriba expuestos son un claro ejemplo de ello.
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El primer ejemplar es una muñeca perteneciente a una niña pobre y, por lo tanto, realizada con los escasos elementos a su disposición, en este caso unos simples retales atados para recrear la figura humana. Como todos los ejemplares de este tipo procede del Egipto romano.
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El segundo ejemplar es bien distinto, se trata de una muñeca de marfil que, en el momento de su descubrimiento, portaba numerosas joyas de oro y engastes de piedras preciosas. Pertenecía a una niña, de la élite de la propia ciudad de Roma, llamada Crepereia Tryphaena y fue descubierta junto con su propietaria en un rico sarcófago de mármol. Piezas de este tipo son más bien raras aunque se han descubierto ejemplares en todos los puntos del Imperio, especialmente en contextos arqueológicos de los siglos II, III y IV d. de C. Esta pieza concretamente se alberga en el Museo Comunale de Roma, junto con los restos de su propietaria y todo su ajuar (http://www.araldodeluca.com).
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Las diferencias entre una y otra son pasmosas, sin embargo, no creo que ésto impidiese a sus propietarias disfrutar en el juego. En cualquier caso Crepereia Tryphaena, a pesar de su posición social, falleció en plena infancia y quien sabe si la niña propietaria de la muñeca de trapo pudo disfrutar más tiempo de ella y llegar a la edad adulta para entregársela a sus divinidades protectoras.

jueves, 15 de mayo de 2008

Un elemento diferenciador entre las clases sociales de todas las épocas ha sido el uso de juguetes durante la infancia. La posesión de verdaderos juguetes, ya fuesen muñecas, caballitos, pelotas, peonzas..., hasta hace relativamente poco tiempo se centraba únicamente en las clases más favorecidas. Como es de esperar los niños de las clases bajas también poseían alguno, aunque más frecuentemente contaban con su imaginación para utilizar cualquier objeto de la vida cotidiana en sus juegos.
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La mayor fuente de información acerca de los juegos de época romana siempre se encontrará en los textos clásicos, sin embargo, la arqueología egipcia ha reportado numerosos juguetes de distintos períodos históricos y pertenecientes a todos los estratos sociales. Quizá lo más frecuente sea el hallazgo de muñecas, aunque también son comunes pelotas, canicas y figurillas de madera con ruedas para ser arrastradas con una cuerda.
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Lo más común era la fabricación de los juguetes en materiales perecederos como son la madera, la tela o el cuero, de ahí los escasos ejemplares descubiertos en otras áreas del Imperio Romano. Sin embargo sí se han conservado ejemplares muy ricos pertenecientes a niños de las más altas esferas, en especial cuando se trata de muñecas realizadas en marfil, hueso e incluso ámbar. En cualquiera de los casos estas piezas debían ser excepcionales sobre todo atendiendo a los escasos ejemplares descubiertos y al hecho de que hasta la fecha no se haya descubierto ningún ejemplar en el área vesubiana, fuente inagotable de material arqueológico de todo tipo.
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Obviamente los niños pompeyanos poseían juguetes aunque éstos hayan desaparecido bajo las cenizas y sólo podemos recrear su imagen echando la vista hacia las piezas procedentes de otros lugares. Así, ante la ausencia de muñecas lujosas como las famosas Jumeau francesas es fácil imaginar a las niñas pudientes con muñecas de trapo como el ejemplar arriba expuesto. Este ejemplo en concreto pertenece al siglo II d. de C. y procede de Egipto, como la gran mayoría de piezas existentes.

martes, 13 de mayo de 2008

Aquí va una de mis canciones favoritas, Desert de Emilie Simon:
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http://www.youtube.com/watch?v=cI_nkXUpvJk
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lunes, 12 de mayo de 2008

"Pues donde quiera que volvamos la vista, vemos al hombre vuelto a lo divino; (...) la vida del hombre sobre la tierra aspiraba a ser copia del cielo. Las ciudades, los templos, la casa misma eran aljibes celestes. Edificar, la actividad práctica entre todas, era, no construir un lleno, sino circunscribir un vacío, un espacio (...) donde desciende el cielo".
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El hombre y lo divino, María Zambrano

viernes, 9 de mayo de 2008

"Cada vivienda se puede aislar como un universo en miniatura, peculiar en su singularidad irrepetible, diferente de todas las demás, pero con tantas concomitancias hermanándola al resto, que se reconoce ineludiblemente su filiación como una manifestación cultural más fruto de un modo de vida, una síntesis esencial de civilización (...). Cada ejemplar de vivienda es hijo de una civilización, un microcosmos accidental cuya lógica de funcionamiento obedece a una aplicación de patrones económicos, sociales, políticos y culturales de alcance más global".
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La casa romana, Pedro Ángel Fernández Vega
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Como bien dice Pedro Ángel Fernández cada vivienda es un universo en miniatura y describir sus características siempre se debe hacer de una forma somera y prudente, puesto que hay tantas formas de vida como personas existen. Sin embargo, esta afirmación tiene sus limitaciones puesto que los hábitos vitales se acomodan a la sociedad a la que se pertenezca. Como es de esperar, en el mundo romano esto también ocurre así y al hablar de la vivienda sólo se pueden tratar aspectos generales ya que las singularidades son tantas como viviendas se conservan.
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Como en todas las sociedades los estamentos sociales eran muy variados y, por lo tanto, sus modos de habitar. Así, en una misma ciudad podemos encontrar desde los ricos terratenientes con sus domus y villae hasta los hombres libres más pobres, los humiliores, con pequeños cuartos abiertos al cabo de la calle o en los pisos más altos de las insulae. Entre unos y otros existen numerosos estratos, desde una burguesía muy acomodada, compuesta generalmente por libertos, hasta hombres libres con escasos recursos pero que les permitían tener una vivienda compuesta por unas cuantas estancias y, generalmente, un negocio abierto a la calle. En cualquiera de los casos, todos ellos eran afortunados por su condición de hombres libres ya que conviviendo con ellos, en ocasiones en unas condiciones infrahumanas, se encontraban los esclavos, privados de libertad y de recursos económicos.
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Reconstruir la vida de las gentes más desfavorecidas es difícil, puesto que las referencias literarias conservadas suelen tratar de las clases más acomodadas, aunque echar un simple vistazo a sus viviendas nos hace pensar en una vida de apreturas y sin grandes lujos. Sin embargo, es la vida de las clases pudientes la que nos permite recrear, en mayor o menor medida, de qué modo estaba estructurada la sociedad romana y sus posibles hábitos vitales.
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Cualquier domus o villa se constituía como un microcosmos que giraba alrededor del dueño de la casa, el pater familias. En torno a su figura giraba el entorno familiar más íntimo; la familia doméstica, compuesta por los esclavos y libertos que habitaban en su vivienda; sus relaciones económicas y de clientela a través de libertos y hombres libres asociados a su figura; y, por último, sus relaciones sociales con personajes de su misma categoría social. Obviamente no todas las figuras asociadas al pater familias habitaban su mismo entorno, sin embargo, la cantidad de personas que habitaban una misma vivienda podía ser muy grande, tal y como indican algunas fuentes literarias.
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El pater familias y su familia más íntima habitaban la parte noble de la casa. Por regla general su vida gira en torno al peristilo de la vivienda, de manera que ocupaban estancias bien aireadas y con vistas a los jardines que poseyesen. La miembros de la familia podían habitar de un modo homogéneo, compartiendo todas las estancias, o vivir con una relativa autonomía respecto al resto de familiares en las denominadas, diaetae. Se trata de estancias con una cierta independencia con respecto del nucleo familiar que, en ocasiones, tienen acceso desde la calle y que, tal y como demuestra la arqueología del área vesubiana, se convierten en unidades independientes de la vivienda aunque conectadas a ella a través de puertas y corredores. Las diaetae se podían convertir en pabellones presentes en jardines, garantizando una mayor autonomía y que son muy representados en las decoraciones de jardines.
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La presencia de dichos pabellones o diaetae también se justifica en los casos en que algunos libertos con especiales implicaciones familiares o económicas habitasen en la vivienda. La alta mortalidad infantil y el hecho de que los libertos recibiesen el nomen y el cognomen de la familia podía suponer una continuidad de la rama familiar a través de sus personas. En caso de que esto ocurriese así siempre recaía en personajes con altas habilidades como ocurre en el caso del famoso Trimalción de Petronio. En Pompeya se ha atestiguado la presencia de numerosos libertos actuando como procuradores de las domus en casos de ausencia del propietario.
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Anexa a esta forma de vida cómoda y relajada existía en la misma vivienda un entorno rústico y servil donde las condiciones vitales eran duras. Cuando las posibilidades económicas lo permitían el área de servicio de la domus se encontraba alejado del nucleo doméstico, de forma que el pater familias y su entorno vivían ajenos al bullicio y malos olores de las cocinas, talleres y almacenes presentes en la vivienda. Las personas que aquí moraban giraban en torno a la cocina, donde se encontraba el hogar y, por tanto, los Penates asociados a él. Por regla general este espacio, rodeado de una cierta sacralidad, a pesar de ser uno de los ambientes más denostados de la vivienda, era el lugar donde se encontraba el larario doméstico de la zona servil y donde se daban las órdenes a los esclavos que allí habitaban.
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Los esclavos que componían la familia doméstica poseían distintos niveles de valoración dentro de la vivienda y no todos vivían en las mismas condiciones. Algunos de ellos especialmente valorados poseían sus propias habitaciones, denominadas comunmente cellae, pero esto no siempre era así y muchos de ellos simplemente poseían una capa o manta con la que arroparse en cualquier rincón. Peor situación podían poseer los esclavos rústicos, destinados a las labores del campo, que solían dormir encadenados a cepos de hierro para evitar que escapasen, y que ha quedado atestiguado por la arqueología del área vesubiana al descubrirse dichos cepos en algunas villas rústicas de Boscoreale o en el propio Cuartel de los Gladiadores de Pompeya.
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Las diferencias vitales entre unos y otros son obvias, sin embargo son los estudios antropológicos realizados en los últimos tiempos los que demuestran hasta qué punto existían diferencias en sus formas vitales. En el estudio llevado a cabo por Sara y Jane Bisel en los esqueletos descubiertos en el puerto de Herculano se puede ver cómo los personajes de la alta sociedad poseían huesos fuertes y sanos, asociados a una buena alimentación, aunque con una cierta tendencia a la presencia de caries en los dientes por la ingesta de numerosos dulces a base de miel. En cambio los esqueletos de esclavos se suelen caracterizar por poseer huesos frágiles debido a la mala alimentación, suelen estar cargados de espalda por el transporte de pesados fardos y, en numerosos casos, se encuentran aquejados de artritis.
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Sorprende encontrar diferencias vitales tan marcadas entre las personas que habitan una misma vivienda, sin embargo esto siempre ha sido así. Quizás la ausencia de libertad de los esclavos romanos hiciese más precaria su situación que en otras épocas, pero tampoco debía ser muy diferente a la vida de las clases más desfavorecidas de la Europa posterior a la Revolución Industrial. Tal y como muestran numerosos grabados y dibujos de la época, las condiciones de los obreros en fábricas y talleres eran inmundas y su vida fuera del trabajo no era mejor, lo que hacía que las infecciones y la mortalidad fuesen muy elevadas.
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Mejores condiciones poseía la pequeña burguesía y los pequeños propietarios agrícolas, aunque será la alta burguesía y la aristocracia la que marque las pautas de las diferencias sociales entre unos y otros, como en otras épocas. A diferencia del mundo romano, donde todas las clases sociales se podían encontrar mezcladas en una misma insula o manzana de casas, en el mundo aristocrático y burgués de finales del siglo XIX y principios del siglo XX ésto no siempre es así.
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Surgen barrios residenciales donde sí conviven todos los estamentos sociales, siendo la primera planta la más noble y por tanto la habitada por las personas con mayores recursos económicos, decreciendo en altura el nivel adquisitivo de sus propietarios, llegando a los pequeños cuartuchos insalubres instalados en los desvanes de dichos edificios. La llegada del ascensor cambiará esta situación y favorecerá el que todas las plantas de un edificio tengan el mismo valor y que todas sean plantas nobles, desplazando a los más desfavorecidos a viviendas más modestas instaladas en los suburbidos de las ciudades.
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Otro tipo de vivienda, mucho más escasa, pero más representativa de la estructuración de las personas que en ellas habitaban son los palacetes construidos en los siglos XIX y XX. Estos edificios, como la domus romana, se caracterizan por la clara división de la vivienda en dos áreas, la noble y la servil. Por regla general la planta baja es una zona de tránsito y de trabajo, donde se localizan las cocheras, las cocinas y otras áreas de servicio, mientras que la primera y la segunda planta son el área noble, donde vive la familia en unas condiciones óptimas tal y como se puede ver en los ejemplos conservados hoy y convertidos en museos. El área de servicio se encontraba, como en los bloques de edificios, en la zona más alta de la vivienda, aunque sus condiciones suelen ser buenas y, por regla general, presentan ciertas comodidades y suficiente ventilación. Esto hacía que las personas que trabajaban al servicio de las personas adineradas viviesen en unas condiciones laborales y vitales tolerables y en nada se pueden equiparar a las pésimas condiciones que debieron sobrellevar gran parte de los esclavos del mundo romano.
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Aunque las pautas vitales generales en todas las épocas parecen ser comunes, las singularidades de un momento u otro hacen ver que la vida de las personas que nacieron en dichos momentos podía ser afectada por numerosos factores inimaginables hoy por hoy. La desaparición de la esclavitud y la servidumbre, de la dependencia económica o sentimental de un patrón y otras especialidades hacen difícil recrear la verdadera vida que pudo llevar una persona anónima en cualquier momento histórico. En cualquier caso ésta ha sido una descripción muy somera de algunas de las posibilidades vitales existentes en época romana, pero que han dejado en el tintero numerosas variedades que existirían según las áreas regionales y los distintos períodos históricos.
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Fujur, espero haber respondido a tu petición. Este tema daría lugar a decenas de posts tratando distintos aspectos así que de momento he hecho un esbozo y más adelante intentaré ir aportando más datos acerca de este tema.

martes, 6 de mayo de 2008

Un niño que respira desde su nacimiento y que nunca se ha fijado en ello, no sabe lo esencial que es para su vida el aire que llena su pecho con tanta suavidad que ni siquiera se da cuenta ¿Y si durante un ataque de fiebre, en una convulsión, se ahoga? En el esfuerzo desesperado de su ser casi se debate por vivir, por la tranquilidad perdida que sólo recobrará con el aire del que no lo sabía indisociable.
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El indiferente, Marcel Proust

viernes, 2 de mayo de 2008

Como ya indiqué en mi último post en Egipto se han descubierto numerosos ejemplos de peines de madera del período romano. Éstos no difieren en nada de los descubiertos en otros puntos del Imperio romano por eso me he permitido el lujo de utilizar este ejemplar egipcio, magníficamente conservado, entre los objetos presentes en la casa de Vibia Sabina.
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La presencia de materiales de diversas calidades en una misma casa se justifica por el hecho de que en una misma vivienda podían habitar personas de muy distintos estratos sociales. Esto es motivado porque además de los propietarios de la vivienda allí habitaban sus esclavos y, en numerosas ocasiones, parte de los libertos de la familia, íntimamente ligados a las actividades económicas y productivas de sus patronos. Como es de esperar las formas de vida de unos y otros eran muy distintas.
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El ejemplar arriba expuesto procede del Petrie Museum of Egyptian Archaeology.